12/11/10

LA VIGILIA - Augusto Tamayo - nov 2010


Ví la película en su última función, la del miércoles 10 de noviembre del 2010 a las 7pm en Larcomar con la sala casi vacia. La secuencia de créditos estaba prolijamente diseñada, un primer indicio de la seriedad con la que podría haber sido realizado el proyecto. Seguidamente los decorados y la arquitectura dei interior y del patio exterior de la casa del profesor de filosofía, terminaron de reforzar esta impresión.


En líneas generales me parece que la Producción sale con nota aprobatoria y el Arte también salvo por algunos pequeños errores, como aquel calzón rojo que la muchacha le enseña al filósofo para corroborar que es una puta y que a mi juicio termina siendo una tautología, al tratar de añadir a través del simbolismo cromático lo que la presencia corporal de la muchacha ya había aportado. Un calzón blanco habría tenido un efecto mayor, pues descubrir en el interior de esta muchachita endemoniada un indicio de inocencia y fragilidad hubiera multiplicado exponencialmente su sensualidad. Pero bueno, esos son sólo detalles al fin y al cabo.  Los errores más gruesos, a continuación.



El guión sale desaprobado porque la concepción y construcción del personaje femenino es fallido. Una muchacha formada en las antípodas de la intelectualidad no tiene porque carecer de complejidad. Ahí encuentro vestigios de un recurrente prejuicio académico. Bernard Shaw resolvió su obra Pigmalion con una mujer de la calle que aparte de hermosa y grosera, derramaba como el vals, encanto y dulzura, hipnotizando a los espectadores
¿Por qué no quisieron hipnotizarnos también?. 

Por el contrario, proveen a la señorita de una gran sensualidad al vestirla como una ninfa del anime japonés, pero la distancian completamente del afecto de los espectadores al asignarle como rasgo dominante la vulgaridad estereotipada del achorado limeño, sin mayor matiz.


La edición sale desaprobada porque, a pesar de preocuparse por tratar de imprimir un ritmo agitado a ciertos momentos, lo hizo de una forma desajustada, casi sin control. Como si, vislumbrando la pendiente que se avecinaba, hubiese decidido soltar las riendas de la carreta y taparse los ojos.
El sonido sale desaprobado porque sus recursos formales para acentuar los distintos matices de la historia son de una precariedad superada desde los años 50 en el cine. Esos golpes de vibración grave son efectismo puro…



El director sale desaprobado porque no es capaz de proyectar en imágenes la carga de emociones que implica un encuentro de seres antagónicos que a un tiempo se repelen y se necesitan. Jamás el viejo intelectual cede a la sensualidad de la joven, ni siquiera la sombra de la duda descompone su rostro.

La secuencia en la que ante el peligro deciden encerrarse en una puerta secreta y una vez adentro encienden un fósforo es de una falta de veroisimilitud sólo superada por el hecho casi inmediato de decidir entreabrir la puerta para observar mejor a sus potenciales asesinos.


A nivel formal, las contradicciónes en la construcción del punto de vista en algunas escenas claves, en las que el sonido apuesta por un personaje y la edición por otro, no hacen sino demostrar la falta de lucidez y perspectiva para conducir la historia, como por ejemplo en la escena del teléfono y el General, en la que parece que la chica frunciera el ceño al escuchar, a varios metros de distancia, la dos voces de la conversación.

A buena cuenta si para algo ha servido La Vigilia es para terminar de aclarar las sospechas de que el Arte (decorado, vestuario, locaciones) y la Dirección son oficios incompatibles para una misma persona en un mismo rodaje.


Wilhelm Röntgen